Cuando iba a la universidad y tenía clase de cine solía pintar las fotografías que había revelado en el laboratorio de la facultad. Muchas eran bastante malas pero yo les daba otra vida pintándolas con lápices acuarelables. La verdad es que terminé la carrera y no volví a colorear una fotografía.
Hace unos domingos nos acercamos a una feria de brocante que suele haber en Ahetze en el País Vasco francés. Después de rebuscar entre varios puestos acabé con varios álbumes de fotos y una caja llena de papeles y fotografías. Entre ellas había unos retratos de finales del siglo XIX o principios del veinte.
Una noche en casa pensando qué hacer con ellas mi mirada se posó en mi mesa y ví un montón de rotuladores de punta fina. Así que volví a acordarme de esas imágenes pintadas. Y he aquí el resultado. Me doy cuenta que cada vez me gusta más reutilizar esas fotografías olvidadas y darles una nueva «poesía», una nueva vida .