En esta situación extraña la charla del 14 de marzo que íbamos a tener en el Museo San Telmo sobre «Trail of Touch» pasó a ser virtual y se realizó el 30 de mayo. Lo malo es que no vimos la obra en directo ni pudimos ver a Naroa Pérez Iguaran y charlar más rato. Para mí, eso sí, tuvo una ventaja: ¡Está en youtube! Los dos sábados me tocaba trabajar, así que ha sido un gusto poder asistir unas horas más tarde.
Aunque este proyecto ha acabado materializándose en un fotolibro su inicio no predecía esto. Después de experimentar y de colgar las piezas Naroa se dió cuenta que nadie se atrevía a tocar las obras. Y según contó eso era muy frustrante. Pensó en un objeto que la gente tocara sin problemas y ese era el libro. «El rastro del tacto» es un libro pero no está encuadernado, cada pliego está suelto y puedes tocarlo y organizarlo como quieras. Para mí es un libro-objeto.
Las palabras que más se repitieron en este proyecto son: nostalgia táctil, repetición, azar y error. La autora cuenta que ella experimenta con los materiales, busca lo desconocido, cómo se comporta cada material con la emulsión y la luz. Lo que nunca experimenta es con el proceso técnico, para eso es muy rigurosa. Aunque le guste el error, si el error es de positivado no lo da por bueno. Puede que eso le de pie a investigar más pero nunca pone una copia en sus trabajos que piense que es «mala» o mal realizada. Hizo mucho hincapié en que hay que jugar, buscar, divertirse pero siempre hay que ser profesional.
Cuando se le preguntó por las influencias nos confesó que las había encontrado a posteriori. Después de investigar y experimentar, de llevar sus ideas a un objeto; las obras, los fotolibros, las charlas, los libros… parecían enseñarle el camino que había recorrido por pura intuición. Todo cobró sentido y encontró su lugar.
Gabriela le preguntó si para ella era más acto fotográfico el realizar la fotografía o cuando investiga en el laboratorio. Naroa nos contó que con un negativo puede estar años. En un principio pensaba utilizar imágenes más abstractas pero cuando vio los cactus le gustó la asociación que se hace con algo rugoso, que pincha, que no es agradable tocar y al estar impresos sobre diferentes materiales, por ejemplo el organdí, el cerebro tiene que combinar dos sensaciones diferentes.
Si queréis ver la charla entera no tenéis más que clicar aquí. Por cierto, la fotografía se la he «robado» a Gabriela Cendoya Bergareche porque todavía no he podido pasar por San Telmo. Cosas del post confinamiento.