Una vida inventada 12

Estas fotografías también me ayudan a contar un poco de la historia de mis antepasados. Este relato se inspira en mis tatarabuelos Pedro Erro y Teresa Compains.

Francisco Goldaraz era pastor en el Pirineo navarro, se había casado hace poco y tenía ganas de tener su propio rebaño. Un mes de mayo recibió una carta de uno de sus vecinos que había emigrado a Argentina. Le decía que él trabajaba en una hacienda en la Pampa y que tenían tanto ganado que pastores experimentados como Francisco eran bienvenidos y que, además, pagaban muy bien.

Francisco le enseñó la carta a María, su mujer. Esa noche decidieron que él fuera a la Hacienda y que pasado un año podían decidir que hacer. Tuvieron que pedir un certificado al cura del pueblo, otro al alguacil y reunieron el dinero para el pasaje malvendiendo una parcela de tierra que tenían. Pensaba viajar desde Pasajes pero descubrió que si transportaba unas ovejas hasta Burdeos, el pasaje le salía gratis.

Antes de embarcar se hizo una fotografía para dejársela a su madre como recuerdo. Prometió enviarles noticias en cuanto pudiera. Pasados tres meses le escribió a su mujer: » los amos son muy buenas personas, trabajan lo mismo que nosotros, son los primeros en levantarse y los últimos en acostarse. Les hace falta una cocinera y yo les he hablado de ti. De tus comidas para el alcalde y los mandatarios en las fiestas del pueblo, de los almuerzos que me preparabas para ir al monte… Te mando dinero para que le des a mi madre, para que te compres ropa y el pasaje para venir. Viviremos en una casita que hay en la hacienda. En mis tiempos libres, que no son muchos, la voy arreglando. La ropa de casa te la dejo a tí, que ya sabes que yo soy un desastre.»

María preparó un baúl con un poco de ropa para ella, pero sobre todo se llevó las sábanas, algunos utensilios de cocina y telas para preparar el ajuar para la nueva casa. Pensó que ya que tenía que viajar unos cuantos días mejor se llevaba algo para hacer en el barco. Para que no le abultase mucho, hizo unos ovillos de lana con los que tejer calcetines y algún chaleco.

Estuvieron unos años trabajando en la Hacienda y allí nacieron sus tres hijas. Cuando bajaban al pueblo, Francisco solía jugar a la lotería. Aunque parecía imposible un año les tocó el gordo. María que era muy práctica pensó en cobrar el premio en oro. Con ese dinero decidieron volver y montar algún negocio. María metió los lingotes en los bajos de las faldas y en los cinturones de la ropa que iban a llevar en la travesía. Se volvieron a San Sebastián y allí montaron un hotelito y se construyeron una casa a la que llamaron Villa Erro.

Francisco solía pensar que su sueño era tener ovejas y había acabado como dueño de un hotel, pudiendo dar estudios a sus hijas y salir a pasear sólo cuando le apetecía, con tiempo para estar de tertulia en el estanco de Martutene.

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Porque nos nutrimos de muchas cosas como la literatura, las exposiciones, el cine, la música, los lugares, los olores, los sabores. Pequeños apuntes de mis “vivencias”.

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