A veces encuentras fotógrafos que hablan desde la nostalgia de su vida pasada, pero también al hablar del futuro. Y esto es lo que me transmite Raymond Meeks. Gracias a Gabriela Cendoya y al Museo de San Telmo pudimos escucharle en directo.
Su nostalgia se puede encontrar en los lugares que fotografía y también en las personas que habitan esos mismos sitios. Raymond busca los límites de un lugar, las periferias, lo menos evidente, lo abandonado, lo marginal; encontrando su belleza. Es capaz de saltar vallas, arrastrarse bajo arbustos, vadear un riachuelo, esperar sentado en una roca para documentar ese momento mágico, ese espacio.
Nos habló de su fotolibro: «Halfstory, Halslife (Chose commune)«. Empezó a hacer fotografías cerca de su casa en Nueva York hacia 2016. Encontró el lugar por casualidad. Los jóvenes de alrededor iban a lanzarse al mar. La primera vez se fijó mucho en como se reflejaba la luz en la piel de estos adolescentes, en el contraste con ese fondo oscuro, un poco empastado. Aunque con el tiempo se dio cuenta de que hablaba de la quietud del momento, de la juventud, de la idea de masculinidad. Vio en esos saltos un rito de iniciación, una búsqueda del yo.
Su siguiente libro es: «Ciprian, Honey, Cathedral». En él nos habla de la ausencia, de la nostalgia de un lugar, aunque está fotografiando el traslado de una casa. Raymond explicó que él no trabaja por proyectos. Empieza a hacer fotos y en un momento dado se da cuenta de que está hablando de algo en concreto. Nos dijo como en el traslado surgen muchos conflictos entre su pareja y él y la forma de mitigar este malestar es fotografiar. Primero hizo un libro muy pequeño, un libro de artista y allí empezó a pensar en la vida doméstica, en su hogar, en la forma de construir un hogar, porqué acumulamos cosas y no dejamos que el exterior entre. Así el proyecto fue surgiendo. El título también es fruto de la «casualidad», del encuentro: al hacer el traslado unas maderas acabaron al borde de la carretera sujetas a las inclemencias del tiempo, un día descubrió escrito a lápiz en uno de esos maderos estas tres palabras: Ciprian, Honey, Cathedral. Fue como una revelación, ya tenía el título. El fotolibro que surgió después no tiene nada que ver con los libros de artista que fue construyendo poco a poco. El libro lo editó MACK y Raymond dice que le resulta liberador que lo edite otra persona que no sea él y tener muy claro las fotografías que no van para dejar entrar al espectador en la historia y no darle todo cerrado.
Ahora Raymond busca su nueva historia en Francia, primero en Hendaya, San Juan de Luz… y en la actualidad en Calais. Va ser curioso ver como su mirada nostálgica lee esta tierra que no es la suya, como percibe a personas que no comparten su cultura.